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La historia nunca se ocuparía de la vida pequeña de esta mujer grande.

Zuleijá abre los ojos (2019) Guzel Yájina

Zuleijá abre los ojos y surge como un ser nuevo. La gran protagonista de esta novela es esta mujer anónima, aplastada por una existencia escrita en la severidad, la intolerancia y la crueldad. Una mujer en cuya biografía las grandes crónicas nunca fijarían su interés, su vida quedaría incrustada en una esquina remota de la historia.

Zuleijá es una musulmana tártara. Al comienzo de la novela tiene treinta años, vive en estado de semi esclavitud junto a su marido y su suegra. Ha sido así desde que la casaron con quince años, pasó de la tutela familiar a la del marido, bastante mayor que ella. Se encuentra sola, arrinconada en un espacio donde nada le pertenece. El esposo y su madre mantienen una relación muy estrecha, de la que Zuleijá queda absolutamente excluida. Ella les sirve sumisa, sin cuestionar nada, convencida de que es eso lo que tiene que hacer una mujer. Así se lo dijo su madre, que también había sido educada en ese modelo.

El relato se abre durante el periodo de la deskulakización, la campaña soviética contra los campesinos más ricos -kuláks- y sus familias en el primer tercio del siglo XX, con deportaciones y arrestos que afectaron a miles de individuos.

Su marido no quiere colaborar con las nuevas autoridades que vienen a reclamarle el tributo revolucionario, y lo pagará caro. Ella no comprende nada de lo que sucede, ni siquiera entiende bien la lengua de esos hombres, ella solo sabe obedecer al esposo.

Como consecuencia de las decisiones del marido en contra de las medidas  del lnuevo gobierno, Zuleijá sufrirá prisión y un largo destierro.

Primero sufre un traslado a Kazán. Allí, enjaulada en una celda infecta, escucha por primera vez los ruidos de una ciudad. Una cárcel que había albergado a personas de distintas ideologías a lo largo de los años, sin que sus condiciones insalubres cambiaran.Varias veces puntualiza la autora que la historia se repite cansina, sin que nada varíe. En aquel lugar encontrará a sus primeros compañeros de travesía sin luz.

Una travesía en un vagón de tren inmundo, los trasladan apiñados. Renuncian al pudor, se amontonan sin intimidad posible. Nadie tiene el menor respeto por ellos. Zuleijá contraviene los preceptos de su religión cuando se quita el chal  que debe cubrir la cabeza de una musulmana y lo pone entre su cadera y la pierna del hombre que tiene al lado. Zuleijá va rompiendo los moldes que le imprimieron a fuego. Ninguno de los espíritus que le aseguraron que la acompañarían siempre aparece para cuidar del vagón. Su mundo se desmembra.

Los que van dentro se ven forzados a organizarse en el convoy, escasea cualquier regulación institucional, el viaje transcurre en el caos. Los responsables gubernamentales están más preocupados de su carrera individual, de las purgas y traiciones que se suceden.

Su destino final era la taiga junto al gran río Angará. Allí los oficiales que les acompañan no le ofrecen nada que pueda albergarlos. Como Robinson Crusoe, sacan un poblado de esa nada. Construyen su nuevo espacio con unas pocas herramientas y con lo que les ofrece la naturaleza circundante; apoyados en el impulso férreo de sobrevivir.

La narración va cayendo calma, en pequeñas gotas que se acumulan en un enorme lago de buena escritura. Es una historia ancha, colmada de detalles.

El contenido está basado, según la propia escritora, en las experiencias de su abuela. La trama derrama indignación y dolor.

El libro se divide en cuatro partes, en cada una el comienzo se repite, la expresión que da título a la novela: “Zuleijá abre los ojos”. En realidad estamos ante un relato de formación, la mujer se verá obligada a aprender a navegar en estas nuevas aguas por las que la vida la va llevando. Y aprenderá, vivió arrastrada pero terminará volando.

Zuleijá comienza su camino de iniciación hacia la nueva mujer que va a ser. Se limitará a acatar órdenes, callada, encogida; tenía experiencia lo había hecho así toda su vida. Descubre que comenzó su periplo embarazada, habían tenido cuatro hijas, pero todas murieron. Ahora este niño iba a ser su acicate para romper todas las barreras que le pusieran por delante.

La novela va desnuda de grandes epopeyas, solo relata vida. No falta el amor que brota donde nunca lo hubieras imaginado. El hambre,  el dolor, el miedo, se enseñorean; junto a ellos la muerte se alza con una presencia constante. Nos admira la capacidad del ser humano por adaptarse a nuevas circunstancias,

 

 

Comentarios

En mi estanteria Quiero leer desde que Sol me la recomendó, emocionada por su lectura. Creo que une dos de tipos de historias que me gustan: viajes y mujeres. Gracias por comentarla.

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