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Detrás de una pasión por conocer a su familia nos la encontramos a ella.

Miradas -2023- Pilar Bacas

Pilar Bacas ha desenrollado el tiempo. Lo ha estirado unos cientos de años y ha rastreado el sendero familiar entre los pliegues del pasado. Se ha movido impulsada por el deseo de sumergirse en su ayer, de adentrarse en esas vidas a las que se siente ligada por la sangre.

Como ella misma dice en la introducción, ha perseguido indicios en “pueblos y ciudades, archivos y bibliotecas, librerías de viejo, desvanes, álbumes de fotos, conversaciones familiares y documentos originales conservados en la familia.”

Su propia pasión por llegar hasta el fondo de las cosas la emparejaría con sus antepasados, porque ese empeño se reconoce también entre muchos de ellos.

Por debajo del texto, como si miraras al trasluz, se desvela otro relato, una biografía sentimental, la de la propia autora. Su empuje, su decisión y tenacidad para rematar su empresa, movida por un deseo de verdad y un infinito apego a su familia, con la que se siente unida, y quizás en deuda, porque percibe que ella es porque ellos fueron.

Mientras ella mira nosotros la miramos a ella. La vemos en los archivos, recorriendo ciudades, amasando datos. Lo transmite con rigor en un pasaje del libro donde describe la emoción experimentada al tocar, en las carpetas donde se custodian, los enormes planos en papeles, donde su abuelo dibujó con su propia mano proyectos y logros.

Se muestra en el libro la experiencia del año 1997, enclaustrada en las Viñas de la Mata, con sus tesoros: moviendo papeles, datos, palabras. Resulta fácil identificarla en su casa, rodeada de dehesa, en compañía de algún pájaro que se acercaba a la ventana, recorriendo entusiasta, hasta febril, los croquis elaborados para componer sus variadas obras de ficción, biográficas y de investigación.

En la introducción brota claro el significado de esas miradas: son rostros, ojos, que miran desde el recuerdo, desde la memoria, también desde las imágenes que dejaron o desde la imaginación “cuando ellas faltan.”

Las miradas se mueven en dos sentidos, desde ellos hacia la autora y de vuelta, desde ella hacia esos seres tan suyos, tan admirados. En ese camino se enriquecen. Ante el retrato de José Castel, unos de los integrantes del libro, reconoce una “mirada pícara que heredaron algunos de sus descendientes.” Hurga en los ojos de papel hasta encontrar sus confidencias.

 Así se ha movido en todo su inspirador trabajo creativo: indagando, registrando.

En las líneas que marcan los propósitos del libro, asegura Pilar Bacas que al cruzar la vista con sus familiares encuentra “trazos de vida”. Está claro que es su determinación la que se los arranca. Esas imágenes no están muertas, las ha rescatado para que “revivan y nos revivan”. Se ha apropiado de ellas y no se cansa de mirarlas para “descubrir cada vez un poquito más.”

El tiempo va cayendo medido por una lluvia de eventos y geografías. Hechos de cierto relieve que se relacionan con el país y con su capital; con Cáceres y otras pequeñas ciudades;  con pueblos ahora menos remotos que entonces.

Pilar ha ido cosiendo su crónica familiar con acontecimientos importantes del estado y con lo que sucedía aquí, en su ciudad, que tan bien conoce.

Caminamos desde un pasado de más de dos siglos  hasta un presente próximo, en el que Pilar Bacas mira ya en vivo a los ojos de los pobladores de estas páginas. Nos habla desde los ojos que ilustran la portada, una niña que asistía a la vida un poco arrinconada, como todos los niños entonces. Aparecen también sus ojos de adolescente, de hija entregada, de sobrina mucho más que atenta.

Una mirada puede ser pronta y ligera o puede dilatarse en el tiempo. Puede irradiar mucho, pero hay que ser una gran observadora para extraerle la esencia ¡Cuánto habrá mirado estas fotos! Ni los detalles más pequeños le pasaban desapercibidos, como en la instantánea de la tía Joaquina, que se retrató con un solo pendiente. El fotógrafo no pareció percatarse.

Este texto recoge la mirada de una mujer que quería liberar las imágenes de otras mujeres de su entorno, pero la memoria escrita las ha ignorado. Esa es la razón por la que aparecen más destacados los hombres entre estas páginas. Aunque esto no quiere decir que sean ellos los únicos que se distingan.

La frustración sobrevuela ante la visión reducida de la parte femenina de los personajes –como en general en toda la sociedad– que se quedó en el lado en sombra. Para adentrarse en ellas las herramientas se basan en el deseo y la intuición.

“Según aventuro al contemplar los rasgos de mi bisabuela en el retrato que se conserva de ella, muy retocado, parece una mujer decidida y firme, y así la imagino yo…”

No todos los miembros de estas memorias pertenecen a la familia, aparecen otras personas de relevancia en su vida, que la hicieron como es, porque están enraizadas en su personalidad igual que muchos rincones de Cáceres.

“Mi bisabuelo Ignacio respiraría tranquilo”. No sé por qué esta frase se me quedó enganchada. Seguro que era por el condicional, todo el libro rezuma este tiempo verbal de la duda, del deseo, de la probabilidad. Hay cosas del pasado que ya no podremos saber nunca, que solo podremos imaginar.

Hombres con estudios universitarios, mujeres que a lo máximo que aspiraban era a ser maestras, que era mucho. La mayoría encargadas de la casa y de los hijos, apoyo de los esposos. Era lo habitual en esos momentos.

Los logros sociales femeninos también encontraron su reflejo en esta familia, llegó la mujer nueva, Felisa Leal. Durante años la única trabajadora en la Caja de Ahorros. Según le contaba a su sobrina, sus amigas se avergonzaban de que trabajase, pero ella se sentía realizada. Un eco de Tea Rooms en Cáceres.

“Nunca decreció en ella la curiosidad y las ganas de aprender. Así era Tía Sa.”

“Mi madre tenía claro que el matrimonio era un invento estupendo y no digamos la maternidad. Pero una mujer tenía que tener una profesión por encima de todo.”

Gracias a estas mujeres hemos podido dar pasos de gigantes en la liberación.

“En la búsqueda de los documentos para elaborar la biografía de mi abuelo León me fui encontrando con el nombre de Joaquín Castel.”

Buscando encontraba más hilos de los que tirar. Así ha sido como ha engarzado estas miradas.

 

 

 

Comentarios

Gracias Pilar por este libro: Su ternura ,delicadeza,amor recuerdo ,que pones en el de todas las personas. Si ellas pudiesen leerlo ,lo disfrutarian mucho...por toda esta presentación que haces. Un gran abrazo...te recuerdo con mucho cariño...sigue cuidándote.Adelina desde Valladolid. Que compartimos alegres encuentros.

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