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Nada es lo que parece en este texto.

La vida es una novela -2020- Guillaume Musso

 “Nada por aquí, nada por allá”… Con qué habilidad nos maneja este ilusionista de historias. En este engranaje narrativo de Guillaume Musso pocos  componentes son lo que aparentan[1].

Vamos brincando de sorpresa en sorpresa hasta la última línea.

La novela comienza con la transcripción escueta de una noticia del 20 de octubre de 2009. La novelista galesa Flora Conway, galardonada con el premio Franz Kafka, no acudió a recoger su galardón. Jamás la hemos visto en televisión, nunca ha participado en un programa de radio. Su editora siempre distribuye la misma foto de ella. Concede entrevistas con cuentagotas y siempre lo hace por correo electrónico. Otros artistas contemporáneos han optado por ocultar su verdadera identidad. Guillaume Musso cita a Banski, Invader o a la novelista Elena Ferrante.

El libro está construido alterando la cronología lineal, eso en definitiva se convertirá en un aparejo que ayudará a  Musso a hacer más atractiva la historia y a despertar más y más la admiración del lector en la habilidad creadora de este autor.

La novela continúa con la reproducción de distintos escritos tras esta primera crónica. Se desencadenarán después cartas, fragmentos de novelas, interrogatorios policiales, relatos en primera persona, el catálogo de una tienda de antigüedades. Al final reuniendo todas las piezas tendremos el rompecabezas completo.

Justo detrás de esa semblanza de la enigmática autora, se muestra un fragmento suculento de lo que parece la última novela de Flora Conway que se desarrolla en Nueva York en otoño de 2010. En primera persona relata esta mujer la desaparición de su hija de tres años. Ya han pasado seis meses desde tan traumático suceso. Una madre adorable, una niña preciosa, han vuelto a casa después del colegio. Juegan al escondite, Carrie se esconde, su madre cuenta. Pero la pequeña no sale de su refugio cuando se termina el cómputo, ya no saldrá. Ha desaparecido. Las puertas están cerradas por dentro con llave. ¿Qué le ha pasado a la niña?

Las cámaras demuestran que nadie ha entrado ni salido de la casa, después de que hayan vuelto del colegio. La niña tiene que estar dentro. Ahí ya nuestra cabeza empieza a borbotear.

Estamos muy lejos de una novela policiaca. Hay un detective, sí; pero no hay asesino, no hay cadáver. Lo cual no impide que haya intriga, que haya expectación y hasta un cierto suspense.

Es sorprendente el juego de apariencias que ha concebido Guillaume Musso. Un perfecto encaje de piezas.

También en otoño de 2010, pero en París, el escritor Romain Ozorski, autor de novelas de mucho éxito, atraviesa una mala racha en su vida personal. Se revela que a él le corresponde la autoría del texto que acabamos de leer, que Flora Conway, la madre de la niña desaparecida, es su creación.

Después de tanto tiempo sin noticias, la mujer no encuentra salida vital. Es fuerte, sabe tomar decisiones. Decide ponerse en contacto con su autor

Personaje y creador se encuentran, pero más allá de una reflexión filosófica, aquí nos encontramos frente a frente a dos personas que sufren. Cada una de ellas se encuentra a un lado del espejo.

No he anticipado nada, todavía quedará mucho por descubrir.

Las destrezas creativas de Musso se suceden hasta la última línea, un finísimo tejido de tramas que se cruzan.

Una aleación de ficción y realidad que contiene vida, pero que no quiere sustituirla.

Se cubre la novela con una capa de metaliteratura, el propio proceso creativo entra a formar parte del argumento.

Guillaume Musso se viste de Ozorski para pensar escritura y llevarnos a nosotros a nuestras propias especulaciones. Planear una novela al detalle o lanzarse a ella ignorando los derroteros, dos posiciones narratorias. Se diría que la prevalencia de vivir sobre escribir es su postura existencial. La esencia de la creación radica siempre en recorrer nuevos caminos. La obra goza o padece dos dimensiones, la que surge del autor y la que lee cada destinatario. Se transparenta un reproche a la frivolidad de los lectores más interesados en las menudencias del vivir de los autores que en su escritura; a la banalidad de algunos críticos. Surgen dos rutas en la redacción de un texto, una estética y otra más humana, que acerque lector y escritor, personaje y autor.

Musso ha atiborrado el contenido de ecos literarios. No eran necesarios.

 

[1] He leído la novela en francés, por tanto cualquier alusión al texto es fruto de mi propia traducción.

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