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La flor púrpura, Chimamanda Ngozi Adichie, novela

La flor púrpura (2016) - Chimamanda Ngozi Adichie

En la novela un poderoso católico muy fanatizado capitanea a su familia con severidad y rigidez, como si fuera una más de sus propiedades.

Ahora uno se podría preguntar dónde se sitúa la novela, y muy probablemente pensaría en un país occidental.  Pues no, es Nigeria. Me doy cuenta de que no somos tan distintos. Quizás conocemos poco de la vida de África, son numerosos los estereotipos que nos ocultan su realidad. Deberíamos interiorizar que es un continente construido de variadas culturas y diferentes países.

De eso mismo habla la autora en una entrevista. Se trata de CHIMAMANDA NGOZI ADICHIE, que nació en Nigeria en 1977. Cuando llegó a Filadelfia desde su Nsukka natal, para estudiar, sus compañeras se asombraban de lo bien que hablaba inglés; ignoraban que en Nigeria era lengua oficial. Había crecido rodeada de la misma música, televisión y literatura que ellas.  Al llegar a EE UU tomó conciencia de ser negra en un país donde su raza es minoritaria. Y allí además de mujer y feminista, también era una inmigrante.

La flor púrpura fue su primera novela, la escribió con 26 años. En ella descubrimos unos conflictos familiares que se insertan en la problemática política y social del país africano. El texto surge impulsado por un deseo irrefrenable de denunciar la situación de la desigualdad femenina, el negativo impacto de la colonización, la inexistente política social, la corrupción.

Todo empezó a desmoronarse en casa cuando mi hermano, Jaja, no fue a comulgar y padre lanzó su pesado misal al aire y rompió las figuritas de la estantería. No solo se rompieron las figuritas, todo el mundo de Kambili se destrozó en ese momento. La joven comienza a percibir su auténtica realidad, y nosotros con ella desde esa primera página. Se trata de una narradora adolescente, una voz tierna que revela su mundo.

Su existencia era como un juguete entre las manos firmes y duras del padre. Lo tenía todo menos libertad. No era feliz, pero tampoco, desgraciada. En su casa tanto ella como su madre y su hermano vivían la existencia que el padre había diseñado para ellos, con unas normas rígidas e inquebrantables. En esa mansión la opulencia convivía con la severidad y la intolerancia. Era una cárcel de oro.

En una estancia en Nsukka en casa de su tía, junto a sus primos, Kambili descubrió un universo radicalmente diferente. En ese hogar se despliega una vida llena de necesidades, pero también de libertad. Mientras su casa estaba llena de riquezas materiales, en la de su tía reinaba la precariedad, pero estaba repleta de sentimiento. La tía Ifeoma sabía dirigir a su familia, había impuesto normas, pero no había la dureza de la casa de su hermano.

Resulta llamativo –aunque no es extraño- que este padre arbitrario y violento se muestre tan solidario con los de fuera de casa. Él también fue en su infancia víctima de la intolerancia y el rigor entre los religiosos extranjeros que lo educaron. Quizás fue eso lo que lo convirtió en un maltratador.

Mientras vemos crecer a Kambili nos encontramos en su entorno con personas que no difieren mucho de las que me rodean: la enorme distancia geográfica se reduce cuando se trata de medir la condición humana.

El universo femenino del libro está dividido entre las que sufren con resignación los agravios del patriarcado, condenadas a vivir a la sombra del hombre y de las costumbres; y las que luchan por abrirse un camino propio; eso sí, cargando con la pesada losa de un gobierno corrupto.

En el ámbito masculino encontramos una nueva división: los que se enorgullecen de sus raíces y los que las rechazan, porque dan más valor a lo foráneo. A este lado está el padre, educado por misioneros extranjeros que lo vaciaron de su realidad, incluso de su lengua materna el igbo. Entre los primeros, el abuelo Papaunukwu y su nieto Jaja, cuando consigue desprenderse del dominio paterno.

En la visita a la casa de su tía, Kambili observa que están en una órbita distinta a la suya. Pero un hecho luctuoso impedirá a la joven sondear la nueva dimensión vislumbrada y seguirá el camino que su tradición –muy cercana a la nuestra- traza a las mujeres.

Nsukka le revela a Kambili el amor. Allí descubre la risa: sus primos y su tía ríen.

Hablan y ríen en la mesa.

En su casa eso estaba absolutamente prohibido.

 

 

Aquella noche soñé que me reía.   

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