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La lectura tiene efecto sanador, pero hay que saber qué leer.

Cervantes para cabras, Marx para ovejas -2018- Pablo Santiago Chiquero

Una fábula sobre el poder sanador de la lectura: ilusión y desencanto atados.

Página a página te vas dando cuenta de que el contexto histórico de esta novela se alza elocuente y revelador. Los eventos de la misma corren paralelos a la Segunda República española. Este periodo ilusionante para una parte importante de la población, con duro final conocido, envuelve la trama.

Yo diría que esa época de mudanza es un personaje más, un personaje múltiple, es quizás como el coro de la tragedia griega; sus voces evocan insistentes, con aires de letanía, los momentos luminosos y sombríos que encarnan esa peculiar fase histórica en España.

El autor le ha dado una carga grande en el contenido a estos primeros seis años de la década de los treinta del siglo pasado, muchos creían ver un humo claro y nuevo que lo invadía todo, pero ese brillo lo fueron enturbiando entre unos y otros. Se siente como Santiago Marcos Chiquero se duele de todo aquello.

“Al final sí hubo guerra. Fue una guerra como todas las demás, larga, sangrienta, caprichosa e incomprensible. […] Todo el mundo estaba armado; casi nadie sabía disparar.”

Marcos Chiquero ha creado una ficción en la que luce la gran amistad de dos hombres Mateo y Lázaro; donde brilla el deseo de aprender en el primero y la satisfacción de enseñar en el segundo. El escenario social y político brota en cualquier rincón. La novela recoge también historias de enamoramientos; desde la desbordante de Mateo y Conchita, hasta la sosegada de Dolores, la Zurita y Lázaro. Guarda también el retrato de un maestro, mejor, de una escuela impulsada por nuevas pedagogías.

Un relato quimérico sobre el poder de los libros y de la lectura, sobre el poder transformador que encierran, sobre su capacidad de agitar conciencias. Un relato bañado en humor y desesperanza, anclado en la realidad concreta de un pueblo, pequeño e inventado, en la provincia de Córdoba.

Cubriéndolo todo se descubre la clara presencia de El Quijote, por el tono, por el lenguaje, por la filosofía.

Así comienza: Es fácil acordarse del lugar, pues este nunca pasó por alto para los numerosos escritores, periodistas, arrieros de afición juglar o cronistas locales que alguna vez pusieron por escrito o glosaron esta verídica y memorable historia.”

Pablo Santiago Chiquero no se muestra demasiado original eligiendo esta obra para homenajear la lectura, placer, conocimiento y elemento curativo.

Conviene ser cauto al estimar la fuerza de un libro,  ya que si es cierto que este refugia bondades, también es cierto que estas pueden surgir variadas y en proporciones muy distintas. El lector tiene que saber elegir y utilizar lo leído para crecer, amasarlo hasta conseguir el pan que busca.

De todos modos nuestro crecimiento personal va más allá de la lectura, estamos rodeados de innumerables estímulos que podemos manejar.

Mateo es un cabrero que después de perder a su padre, abatido por un rayo, vive, necesitado, con su madre. Sus reducidas perspectivas ante la vida lo llevan a encamarse para siempre. El nuevo maestro que llega a Adra, gran innovador en su tarea, lo alzará de la postración. Lázaro, así se llama, lo hará dejando a su alcance un ejemplar de Don Quijote de La Mancha.

Una elección algo manida.

Mateo querrá compartir el libro cervantino con sus vecinos y se va a convertir de alguna manera en guía moral cuando se lo lea en los días de mercado. Las cosas se complicarán cuando las fuerzas más tradicionales se opongan a que les lea El Capital.

Entonces al cabrero no le quedará otra opción que deletrear las dos obras a su rebaño, que las recibe atento.

Desde fuera muchos se interesarán por el fenómeno.  Muchos serán los personajes reales que se filtren entre estas líneas, desde Juan Ramón Jiménez a Manolete, pasando por Josefina Manresa o Zenobia Camprubí.

El baño de la novela de Cervantes alcanza a los personajes masculinos principales. Encontramos rasgos de Sancho y don Quijote tanto en Mateo como en Lázaro. Naturalezas fluidas que se vierten tanto en uno como en otro.

Mateo emprenderá en solitario una gran empresa idealista, pero el coro nos irá avanzando –como lo ha hecho desde las primeras líneas- que llegará una guerra y se llevará todo como un viento fuerte.

Hacia el final, leemos esto:

“Mateo leyó un capítulo, aquel de la lucha de don Quijote contra los rebaños, […]

—«Y la polvareda que había visto» —leyó Mateo con buena voz, olvidado de la guerra, casi convencido, al contrario que don Quijote, de que lo que se movía allá abajo, en el llano, eran rebaños y no ejércitos.

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