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Reina Roja

Reina Roja (2019) — Juan Gómez-Jurado

Una trama bien atada, atractiva e inquietante. Mientras lo leía ha conseguido agitar mis sueños, metiéndose entre ellos en alguna ocasión.  

Se establece a través del título un afortunado nexo de la novela con Alicia en el País de las Maravillas. Como al personaje de Lewis Carroll, Gómez-Jurado parece que deseara introducirnos en un mundo fabuloso,  poblado de personajes singulares.

En realidad este mundo no es tan  increíble, estamos en el Madrid actual. Aunque, bien pensado, sí puede ser un mundo que nos deje maravillados y desconcertados: esa urbanización exclusiva –jaulas de oro- donde se ubica algún pasaje; la riqueza de unos pocos y la fuerza que les da. Estos personajes no son quizás tan asombrosos como en Alicia. Si la descarto a ella. Antonia Scott.

“Antonia Scott sólo se permite pensar en el suicidio tres minutos al día”. Así comienza la novela. Chocante. Ella es diminuta, pero frágil solo en apariencia. Hay más: tiene un talento circense, hace cálculos y deducciones que nos están vetados a los normales. “Es el ser más inteligente del planeta”. Eso la convierte en polo de nuestra atención, como héroes clásicos que acumulan hazañas y virtudes.

Él es inspector de policía; gay. Vive con su madre en Bilbao. Es Jon y  asegura que se hizo policía para que no le hicieran daño. Y ahora está metido en un buen lío: se encuentra suspendido de empleo y sueldo; y va a unirse a Antonia en Madrid para resolver un caso. Es corpulento, “pero no está gordo”, repite en cuanto tiene ocasión. Peca de “graciosete”. Por su físico y actitud me ha recordado en algún momento al personaje de Juan Echanove en la serie de los ochenta Turno de oficio. Otro caso de maridaje entre grasa, buen corazón y gracejo. También es un buen policía, vocacional y con largos recursos.

Una historia muy trabajada; rápida, transcurre en unos pocos días; ingeniosa, muy ingeniosa; y fácil de seguir, además. Sembrada con nuevos vericuetos en forma de personajes o circunstancias que la hacen crecer hasta llevarla a un final, en cierto modo, efectista. Consigue que el interés no decaiga.

Gómez-Jurado le da voz a la víctima, se nos cuelan sus miedos. Da también una nueva dimensión al malo, es también víctima.

Se entra de lleno en el conflicto desde las primeras páginas. Parece que no va a haber digresiones, pero sí, el autor no nos ahorra sus, por suerte breves, reflexiones: la falta de colaboración entre los distintos cuerpos policiales, el boom de las franquicias, las redes sociales que cambian el mundo, locales tapizados de libros que no se leen… y, sobre todo, el poder del dinero. No me suele gustar que una novela policiaca se cargue con juicios del autor. Se evidencian en el argumento, con eso sería suficiente.

Como sobran los chistes “facilones”, casi siempre en boca de Jon. 

Enredados con los hechos se van estrechando los lazos entre la extraña pareja. ¿Nos está preparando el autor para crear una saga?

 

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