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La autopista Lincoln, Amor Towles, novela, opinión

La autopista Lincoln -2022- Amor Towles

Amor Towles te va narrando de la forma más complaciente, como si te acunara con sus palabras. Se ata a la estirpe de aquellos viejos contadores de historias, que encandilaban a los que se juntaban alrededor de él.

Una escritura grata, que pretende liberar una estela animosa hacia los lectores. Además de regalar un cúmulo de curiosidades sobre los temas más variados, invita a reflexiones heterogéneas.

La Autopista Lincoln comienza cuando el joven Emmett Watson llega a su casa, después de un tiempo de reclusión en el correccional de Salina, donde llegó por no saber contar hasta diez antes de actuar. Según el alcaide, que lo acompaña en su coche, él nunca iba a terminar hundido en la mala vida, como le sucederá a muchos de sus compañeros.

En Morgen, pequeña y aburrida ciudad de Nebraska, lo espera su hermano menor, Billy. Durante sus últimos meses de ausencia Sally, la joven vecina, se ha ocupado del niño.

Tras la muerte de su padre y después de haber perdido la casa familiar, hipotecada por el banco, los dos hermanos están de acuerdo en que nada les retiene en ese lugar.

Emmett ha proyectado viajar a Texas, pero Billy tiene otros planes. Ha encontrado entre las pertenencias de su padre unas postales que este les había ocultado a sus hijos. Las había enviado para ellos la madre después de dejarlos. Billy era un bebé, pero Emmett sí pudo ver lágrimas en sus ojos la noche antes de que desapareciera. 

En la lectura van cayendo pequeños detalles que tú vas armando y te ayudan a conocer a los personajes, sus circunstancias, sus escenarios.

Billy ha tenido mucho tiempo para analizar esa correspondencia, ha comprobado  que todos los remites son de ciudades que se encuentran en la autopista Lincoln, y la última es de San Francisco. Ese será su destino. El niño está persuadido que allí encontrarán a la madre. Emmett  duda que en una ciudad tan grande se pueda descubrir con facilidad el paradero de alguien, pero no quiere quebrar la ilusión de Billy.

Se produce un primer quiebro narrativo, algo va a torcer ligeramente los planes de los hermanos Watson.  En  el maletero del coche del alcaide se habían colado dos compañeros de Salina que se habían escapado.

“Tendríais que haber visto la cara que puso Emmett cuando se dio cuenta de quiénes estaban en la puerta.”

El joven Watson quiere convencerlos para que vuelvan a Salina, y les propone acompañarlos a una ciudad cercana para que tomen allí un autobús, lo que supone un pequeño desvío para ellos.

Como un mago, Amor Towles saca de su chistera un giro espectacular en la novela: los dos hermanos tienen ahora un nuevo destino, Nueva York. Duchess y Woolly, los escapados, han tenido mucho que ver.

Billy tenía preparada una mochila ligera, era la norma de los aventureros de su libro de cabecera: El compendio de héroes, aventureros y otros viajeros intrépidos del profesor Abacus Abernathe.  Se lo regaló la bibliotecaria de Morgen, lo ha releído cientos de veces. Se convertirá en su guía vital junto a su hermano. Cuenta con unas páginas en blanco que, cuando llegue el momento, él completará con las peripecias del viaje que inician. Esta novela que tenemos entre las manos es un centelleo de ese relato.

Nadie toma demasiado en serio al profesor Abernathe, pero Towles nos va a hacer un regalo referido a él: alienta así que corramos detrás de las ilusiones.

Billy cuenta con el consejo de su libro; pero su hermano, Sally, Duchess y Woolly han llegado hasta aquí sin la guía necesaria. Todos tienen los dieciocho y todos han carecido del referente paterno o materno; la muerte o el abandono les arrebató a los que debían apuntalar sus vidas, ahora se encuentran en la edad en que toda persona necesita volar. Y a ellos les va a costar más trabajo.

La novela se divide en diez capítulos, cada uno encabezado por un número, curiosamente van de mayor a menor, suponen una cuenta atrás. Una cuenta atrás para el despegue vital de cuatro jóvenes y un niño en el año 1954 en Estados Unidos. Se encuentran vinculados a esa autopista símbolo de desarrollo, de modernidad y de posibilidades para buscar lugares nuevos para nuevas vidas. Posibilidades que en alguno de los jóvenes van a truncarse.

Un viaje vital de cuatro jóvenes que buscan nuevos rumbos.  Unos corrigiendo y otros acatando la senda que el azar les había impreso en la frente. Las carencias afectivas pasan factura. Solo el niño es la gran apuesta para la confianza.

Cuando echan a andar se ve que el camino se va llenando de estorbos y de facilidades, de buenas y malas experiencias. No habrá nadie que les diga cómo abordar lo que va llegando. Pero no están del todo solos, el autor les deja algunos resquicios esperanzadores. El padre de Watson lega a su hijo un mensaje en la hoja arrancada de un libro: Uno no sabe de lo que es capaz hasta que lo intenta. Y que sea de un libro no es gratuito, porque Towles le da protagonismo a la literatura, como a clásicos del cine, que le ayudan a pintar mejor a algún personaje.

Un fino encaje narrativo con perspectivismo, interpelaciones al que lee, simultaneidad de escenas en el tiempo, juego de personas narrativas. Una novela coral en la que los sujetos van y vienes; surgen y se pierden, un hormiguero de papel.

Towles introduce el brazo en el magma del pasado y extrae trozos del ayer de unos y otros, como si cogiera fotos en una caja da lata y no las mostrara; pero también escarba en el presente y enseña retratos actuales. Incluso lucen toques de varita mágica.

Y el texto se va engrosando hasta un final que puede sorprender.

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